Declaro la luna emancipada como representante del sueño legal.
Es ella quien manipula las antenas usándolas como rastrillos que escaldan las nubes y lavan su lana en el mar.
Declaro la luna emancipada como representante del sueño legal.
Que pinta las fachadas de un blanco claro, moteado de lágrimas de noche de azahar.
Se va el verano y el impulso del otoño me hará esta noche vaciar una botella, seguro,
En algún bar.
Esta noche está lloviendo a chuzos, no ha parado ni tiene pinta de que vaya a parar, agua a raudales en una noche cuyo sonido solo es el de esta lluvia rebotando sobre la uralita de plástico y chasqueando como si fuera una candela de leños sobre las baldosas del balcón, ahora aprieta y se intensifica como una respiración excitada, ahora afloja como fin de un éxtasis, se ha ido la luz y necesitaré una vela, necesito luz para esta oscuridad.
El viento ha golpeado en la puerta y la noche empieza a fundirse a golpe de truenos, restalla su luz cegadora y su rumbo usurpa la monotonía tras los cristales con un ensordecedor disparo de cañón, así son las tormentas cerca del mar, agua, agua y más agua para los poetas.
Pienso que igual te estás mojando mientras intentas llegar a tu tren, la estación no está lejos, desde luego, pero te has bebido ya más de una copa y andas como pérdida desde el día que me dijiste que abandonabas el barco, siempre en un constante cruce de caminos, atontada por años de incertidumbre alocada, ahogada en el vicio y aturdida por el humo gris de la inmoralidad que siempre te atrajo, mi pequeña Baudelaire. Se te ha roto un tacón y las piernas está empapadas, tus dedos nadan en una sopa fría que no esperabas, balbuceas maldiciones que nadie oye porque nadie está en la calle, algún oscuro coche pasa sigiloso y no para ducharte de barro, en su interior alguien fuma pausadamente y en su cálida cabina parece que mira, que mira con depravación, motivo por el que inquietarse, si, pero tú no lo haces, no eres de esas, no, eres inamovible, eres dura como una roca y por eso, rompes a llorar.
Tus lágrimas son saladas y recorren tus mejillas con prisas a ser probadas, se mezclan en un endiablado énfasis con la lluvia, juntas se pierden en el alcantarillado, desbordado de motivos olvidados y atroces, de excrementos barridos, de pasados prohibidos.
Aquí ya se ha ido la luz otra vez, y cada vez es más duradero este apagón… cambio la vela de sitio para no tropezar mis letras con la sombra de mi entumecida mano, no puedo parar de vomitar palabras incoherentes mientras bailo en este frio sueño, mientras quiero evadirme de ti y de tu caída a los infiernos, caída al abismo, como las gotas de noche que empiezan a suicidarse dentro de mi antesala al olvido, me incorporo, localizo la grieta y establezco la sinfonía del latón, varios cubos que recogerán lluvia de mar, se va la luz de nuevo y las alarmas de algunos locales lejanos saltan al unísono, avisan una desgracia que empieza a entrar, desisto ya de anclarme al poco calor que queda en mi cuerpo y acojo al invierno en mi pecho, este cieno en mis ojos…
Mi pobre niña, ¿dónde andarás ahora?, ¿en quién piensas?, ¿quién podrá ayudarte?, rondaras las calles tercamente buscando una salida a tu agonía, pasaras cerca de aquí, tanto que casi siento el latido de tu corazón, creerás que a pesar de todo aún puedo ser tu salvación, lo has olvidado.
Y empujas el viejo portón y a tientas subes las viejas escaleras que ahora es lugar de polillas, sin soltar el pasamanos repintado mil veces asciendes calada hasta los huesos y llena la cara de mocos sabes que tu perfume está húmedo y la oscuridad que te arropa fría e insensible, fría, como la sensación de acolchado que te rodea. La escalera amortigua la lluvia tras la puerta y sólo el golpeteo constante en la claraboya te trae a la realidad, algo te hace pensar que estas cerca, cerca de mí, cerca de quién antaño acarició el bronce de tu pelo. Casi que ya aprecias el baile de sombras flameantes tras la frágil puerta que separa esta habitación de ti, la respiración se entrecorta y el estomago se anuda, alzas la mano despacio, como una marioneta muerta, frágil y sorprendida.
Y empujas.
La puerta está vencida, cruje al ceder y se torna en un ángulo imposible. Un soplo de aire frio te abofetea la cara, ha cesado la lluvia, las negras nubes de plomo desvelan una cadavérica luna que se ríe de ti a carcajadas, ella es quién te muestra este habitáculo vacio e inhóspito, esta cripta roída por el tiempo y barrida por el olvido, un techo vencido, un esqueleto de maderas podridas que se hundió esperándote… una danza de nostalgias y una última lágrima por ti. Mi pequeña y posesiva esperanza.
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